domingo, enero 15

Iliana Silva nos cuenta...

La secreta sexualidad de la mariposa



por: Iliana Silva
05/2004
Addis Iliana Silva, nació en Mexicali Baja california el 20 de Marzo de 1971 y estudió Licenciatura en Computación en la UABC, misma que terminó en junio del 95. Desde su egreso en ese año, se ha dedicado a la docencia, para posteriormente encontrar que eso era lo que más me satisfacía por lo que en agosto de 1999, entró a la Licenciatura en Educación especial, en el área de problemas de aprendizaje, misma que terminó en junio del 2003. Actualmente es profesora interina en el estado, por lo que dedica el tiempo libre a escribir.

Una mariposa extendiendo sus alas una y otra vez, suspendida en un mismo punto, como en calma, esperando algo. Una luz brillante la ilumina y aunque el tiempo continúa su marcha, los mismos movimientos se repiten una y otra vez.
Otra mariposa aparece y se coloca frente a la primera, comienza un extraño cortejo en el que la mariposa macho extiende sus alas, mostrándolas en todo su colorido, danzando ante la hembra para finalmente colocarse sobre ella, como permitiéndole que lo sostenga. Sus alas se acarician, se rozan mutuamente, logran sincronizar sus movimientos aparentando que la de abajo guía con sus movimientos a la que esta encima.
Por algún tiempo más continúan el erótico baile que finalmente termina en la invasión del cuerpo del macho en el de la hembra, moviéndose sobre ella cual amante ardiente mientras ella recibe plácida las embestidas. A pesar del dimorfismo sexual pasan en el acto una cantidad de tiempo que parece interminable, pero una vez que la hembra ha recibido en su cuerpo los frutos de su apasionamiento, es abandonada por el macho, con lo que alguna vez fue el centro de su placer, reducido a desgarrados pedazos que después de un tiempo, al cicatrizar, cerrarán para siempre la posibilidad de mantener esta danza de nuevo con cualquier otro macho…
Muy presente tenía el recuerdo de esta explicación, a pesar de que hacía ya bastante tiempo que la había escuchado un aburrido domingo, no puedo evitar recordar el disgusto que sentí hacia el final del programa, el desencanto, la pena por la pobre mariposa, que a pesar de su belleza, con sólo una ocasión de sexo, había perdido cualquier posibilidad de goce posterior. No pude entonces dejar de detenerme a pensar en lo parecido que es la vida de estas mariposas a la de algunas mujeres.
Recordaba también las largas noche de pasión que con Fabián compartí, cómo fue que a semejanza del cortejo inicial de las mariposas nosotros compartimos el coqueteo de las miradas, al principio inocentes pero que cada vez subieron en intensidad hasta convertirse en descaradas observaciones que desnudaban el cuerpo y el alma de uno hacia el otro.
Los toques, que al principio fueron pacientes, tiernos, esperanzados, fueron transformándose en ansiosos recorridos cargados de morbo, de deseo…cuántas veces quedé sin respiración, con los senos inflamados de deseo y los labios hinchados mientras con sus manos recorría los rincones más escondidos de mi cuerpo, las ocasiones en que con su lengua rozaba las partes más sensibles haciéndome lanzar gritos de pasión, cargándome de ganas por sentir su cuerpo duro dentro del mío, llenándonos del morbo que nos hacía cómplices de la misma pasión, mientras que yo, en un principio contenida, abandonaba el último vestigio de cordura represiva, para convertirme en practicante de las danzas narcóticas del deseo, usando las manos, los labios, la lengua…pero como en el caso de las mariposas, tomó su largo tiempo.
Cuando por fin una tarde de verano esperaba casi inmóvil, pacientemente su llegada, iluminada por la luz brillante de la tarde, hace su aparición, nervioso pero a la vez con la expresión que adoptaba cuando determinaba hacer algo importante. La voz tranquila pero a la vez cargada de electricidad ofreciendo un hola que escondía algo, una nota de decisión que leí y compartí. El toque de su mano ofreciéndome apoyo para levantarme que tuvo un efecto eléctrico en mi piel, como quemando y a la vez provocando un ansia diferente, una mirada profunda que penetró mis ropas y la sensación de un calambre en mi bajo vientre me avisó que irme con el en ese momento sería el fin del cortejo pero no me importó. Sentía húmedo el centro de mi cuerpo, anhelante, necesitado de aquello que por tantos años me había negado, 25 años de mi vida que habían sido un eterno cortejo sin fin, terminaban por que no estaba dispuesta a negarme un minuto más lo que necesitaba. 25 años de represión, de culpabilidad por cosas de las que yo no había sido nunca culpable, de todo, se esfumaban con una mirada de sus ojos, con un simple toque de sus manos.
Sentí por vez primera, el deseo de experimentar el poder que podría tener sobre un hombre, aunque creo que me excitaba mucho más sentir poder sobre “ese” hombre en especial, lo deseaba desde hacía tanto tiempo, pero estaba llena de miedos que ese día parecían haber tomado un descanso y necesitaba aprovecharme de ello, era entonces o nunca.
Interrumpimos esas miradas que se estaban volviendo costumbre al momento que aparecía mi madre, a lo que él sólo agregó que venía por mí para ir al cine. Ella nos despidió confiada sin imaginarse siquiera que tal calentura pudiera estarse presentando entre ambos.
Subí al auto nerviosa, con un remolino de sensaciones entre las piernas, estaba tensa, pero muy excitada, él también lo estaba, en un hombre la excitación no es tan fácil de esconder como en el caso de nosotras las mujeres así que una simple ojeada bastó para confirmarlo. Nuestros ojos se encontraron en el trayecto y con una ceja, sin decir palabra me hizo la pregunta que yo estaba esperando, le contesté que no tenía ganas de cine, que deseaba hacer cualquier otra cosa… sabía que entendería.
Tomó el camino que sabíamos de memoria, porque lo habíamos empezado más de cien veces pero nunca había sido completado, hasta ese día… entramos y una gruesa cortina se cerró tras nosotros, con sus ojos me dio por última vez la oportunidad de pegar la retirada, pero a la vez temiendo que lo hiciera, lo tomé por el rostro y le di el beso más profundo que nunca antes le había propinado, entonces como un rayo me ayudó a bajar del auto y abrió la puerta del lugar que nos esperaba, las paredes que habrían de ser las guardianas de nuestro secreto.
Debo confesar que había pensado muchas veces en ese momento, había planeado la forma en que lo tocaría, pero nada de eso pude recordar, sólo pude sentir sus manos que me recorrían y la sensación de que la ropa comenzaba a quemarme, mis manos también comenzaron a tocar, al principio un poco temblorosas, pero al poco rato, parecían perder contacto con mi mente, daban toques, se crispaban mientras escuchaba sus gemidos, alerté mis oídos y pude comenzar a notar donde y como le gustaba ser tocado, creo que el hizo lo mismo pues empezó a tocarme justo en los puntos exactos donde el efecto era tal, que la razón me abandonaba por completo.
Desnudé su cuerpo, al mismo tiempo que el lo hacía con el mío, con los labios recorrí su cuello, su olor… me embriagaba, me drogaba… acaricié con mi lengua sus pezones que reaccionaban del mismo modo que los míos, poniéndose duros, la sensación entre las piernas se acrecentaba.
Con las manos temblorosas toqué su miembro excitado. Mientras él me observaba, empecé a manipularlo, a jugar con el, hasta que una gota de miel se formó en su punta. Con la punta de la lengua la toqué y al ver su reacción sólo pude continuar por unos segundos más antes de que él me jalara de nuevo hacia sus labios, era como si sintiera que iba a perder el control de continuar el recorrido con mi boca. Me tomó las manos y las ató a la cama. Entre risas, me dijo que era parte de un juego, que lo disfrutaría, fue entonces que se inclinó a besarme tan apasionadamente que lo único que yo deseaba era corresponder a sus caricias, pero aquellas ataduras no me lo permitían. Bajó hasta mi ombligo en el que se entretuvo apenas unos segundos antes de con sus manos separar mis piernas… Sentía mi rostro arder ante su mirada que me observaba llena de lujuria, inclinó la cabeza y comenzó a tocarme con sus labios, con su lengua mientras que yo me retorcía sintiendo que algo me estaba invadiendo, el calambre se acrecentaba y me hundía cada vez más en esa sensación de remolino que me encantaba. Un espasmo pequeño, involuntario, comenzó a recorrerme, mis piernas se hicieron presas de algo que en un principio me dio algo de miedo pero que al avanzar me llenó de placer, el introdujo sus dedos y yo logré colocar los pies en el colchón, de tal forma que mientras el me penetraba una y otra vez yo podía moverme, al principio en círculos lentos pero después en espirales cada vez más violentas.
Un pequeño respiro pero se que algo más se acerca, el me desata las manos y empiezo a tocar, a besar, a succionar… ya nada podía detenerme necesitaba el abandono del que estaba siendo presa, volví a tocarlo, duro, húmedo, anhelante. Si alguien nos hubiera visto en ese momento, le habría sido imposible separar con la vista un cuerpo del otro. No quise que el mantuviera el poder, así que lo empujé sobre la cama y lo convencí de mantenerse así, mientras yo seguía jugueteando con su cuerpo, tomé posición a horcajadas sobre su cuerpo y tomé sus manos, el sudaba, yo también, y el olor a sexo sólo lograba excitarnos más, comencé a bajar sobre su pene erecto, lo introduje apenas, y mantuve fija la mirada en su rostro, que dejaba ver el tremendo esfuerzo que le costaba no tomarme y penetrarme hasta el fondo de un tirón, eso bastó para provocarlo, bajé de golpe, penetrándome hondo.
Movimientos guiados por sabe que fuerzas, gemidos compartidos, y esa sensación de que una ola cada vez más grande, más poderosa me envolvía… ya no era dueña de mi. Dos segundos y el me jaló hasta ponerme de espaldas sobre el colchón, colocando mis talones sobre sus hombros y empujando poseído una y otra vez, enloqueciéndome. Mi boca se secó en un segundo y un pellizco enchinó mi cuerpo, el lanzó un gemido mientras yo me retorcía entre espasmos cada vez más grandes que me atravesaban hasta la punta de los dedos de los pies y me hicieron sentir enorme placer, acompañado de la sensación de que me había orinado. Asustada le dije, -me he orinado- a lo que el contestó- mi niña, no te orinaste, eso fue un orgasmo, no te asustes-me abrazó por largo rato hasta que el sueño nos venció. Despertamos y por segunda ocasión experimenté el mundo de sensaciones que no brinda ninguna otra experiencia diferente al sexo hasta que llegó la hora de partir a casa.
El camino de regreso fue excitante, aprovechábamos los altos para besarnos hasta casi quedar sin respiración, sabía que tenía brillantes los ojos y los labios hinchados, esperaba que nadie estuviera despierto para notarlo y así fue, entré en mi recámara y me acosté a dormir como cada noche. El ciclo sexual de la mariposa en cuestión casi era equiparable, con la diferencia de que entre Fabián y yo no había habido ningún dimorfismo sexual que me hubiera dejado la vagina destruida al completar el acto (aunque la molestia del día siguiente casi me hizo pensarlo).
El tiempo pasó y curiosamente logramos seguir sosteniendo estos episodios muchas otras veces, ambos logramos disfrutarlos siempre. No se en que momento se fue el amor, y nuestra relación quedó sostenida sólo por esas noches llenas de deseo compartido, que en la cama siempre fueron de menos a más.
Un día el me visitó, lo sentí extraño, la despedida fue diferente, no hubo besos ni pasión, sólo tristeza en sus ojos, fue la última vez que lo vi. Poco tiempo después, apareció en el periódico una nota de su boda, con quien por algún tiempo ocupó el lugar de mi amiga. Pretendí mantener mi rostro inmutable, pero creo que el dolor era demasiado, él me había pedido matrimonio por mucho tiempo y nunca acepté pensando que me esperaría por siempre, así que supongo que no debo quejarme. Nunca entendí los eventos ocurridos pero a partir de ese día se completó lo que me pareció tan monstruoso del documental, el no desgarró mi vagina para que no sostuviera sexo con hombre alguno después de él, sólo destruyó mi alma y eso bastó para que a pesar de ser una mujer completa, hiciera de cuenta que mi sexo estaba reducido a ruinas y que ningún otro hombre debía entrar en ellas.
Lo bueno del asunto es que no soy una mariposa y pasados los años puedo decir que he redescubierto mi cuerpo, he comprobado que siente deseos, que aún soy poseedora de un cuerpo que reclama los años de gozo que le negué, y lo hace a gritos. Últimamente la necesidad me llama y espero, planeo, dejar de comparar la secreta sexualidad de la mariposa con la mía, que me pide a gritos que le de lo que necesita, un pene ardiente que le mate las ansias… y creo que sé donde encontrarlo.

Gracias Kay por el link.

Espero que les haya gustado, algún día subo uno de mis cuentos.


den+*+

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